La pereza hacia beneficios colectivos
perturba hasta la paz
Por Emilia Santos Frías
Me
sigue llamando a preocupación, la actitud de una fracción de nuestra población;
su apatía a todo.
La
sed de destrucción que trae, es tan grande que se hace daño incluso a sí misma.
La
falta de cortesía, lealtad, valores morales y por el contrario ese ferviente
deseo por destripar lo suyo y lo ajeno.
Lo
veo en la oficina, a través de las bocinas, agitadoras, pregoneras de mala
racha y noticias cargadas de resentimiento hacia quienes hacen lo que su
contrato laboral estipula. Lo veo en la televisión, esa caja mágica que nos
trae tantas sorpresas; muchas de ellas sumamente desagradables, como el recién atentado
en el Metro de Santo Domingo. Una verdadera vergüenza. No sólo por develar la
vulnerabilidad de nuestras instituciones y falta de seguridad ciudadana, aún
con “seguridad física en gran cantidad y electrónica a la vista de todas y
todos”, sino por ser un indudable acto de vandalismo. No hay otra explicación.
Nada justifica ese suceso.
Y
sigo viendo la indolencia en el morbo de personas malsanas que se convierten en
promotores de videos y fotografías de crónica roja, no importa quién sea el
difunto, ni el estado en que quedó. La Constitución Dominicana de 2010; Ley
61-32; Declaración Universal de los Derechos Humanos y Pacto de San José, entre
muchas otras normativas, parecerían letra muerta, en lo concerniente a la
protección de derechos inherentes, como la vida; derecho a la imagen, moral,
dignidad y la paz de las personas.
Veo
la apatía en esa persona considerada amiga, pero que ya no está en nuestras
vidas, pues cada peldaño que subimos afecta su felicidad y la convierte en un
pequeño monstruo, pero de maldad.
Lo
dijo el Gran Alejandro Magno, el más grande y heroico conquistador de la
Antigüedad: "De la conducta de cada uno, depende el destino de
todos". Tengo fe en mi país. Hemos vencido muchas adversidades, pero
ninguna implico, la falta de amor a la patria, muy por el contrario. Y eso es
lo que veo ahora. Hace falta que amemos más nuestro terruño y que no imitemos a
quien delinque, porque ese es el camino fácil. Y la agonía que abraza
transgredir la moral, es temprana, pero larga a la vez. Verbigracia, usted
conoce muchos casos. ¡Piense si a esas personas les ha ido mejor mancillando su
terruño o haciendo aportes en valores morales!, estos parecen estar de
vacaciones. Y la capacidad de asombro cada día supera el anterior.
¡Alabado sean los jóvenes que equivocándose
como cientos, auguran beneficios igual a uno!, dijo José Ingenieros. Esos
errores, esas equivocaciones, deben ser para mejorar no para dañar.
“El que no cultiva su mente va derecho a la
disgregación de su personalidad. Las personas sin ideales desempeñan en la
vida, el mismo papel que la herencia en la evolución biológica: conservan y
transmiten variaciones útiles para la continuidad del grupo social, pero nada más”.
No merecemos fomentar ignorancia en la
República Dominicana, justo en un siglo tan maravilloso, con tantos logros,
incluso en la enseñanza y tantas voluntades actuales.
No olvidemos que la persona ignorante no es curiosa;
su enojo empaña la sabiduría; la moral, pero si fomentamos la cultura, si nos
contagiamos del talento, no de la mediocridad y la hipocresía, que sólo
amordaza la dignidad humana. Si nos contagiamos de ideales y el talento, como
dijo el sabio, asumiremos nuestra responsabilidad y tendremos el mejor de los
lubricantes…el éxito.
Yo apuesto a mi gente, a mi etnia. La desidia;
los intereses malsanos deben ser frenados en nuestra sociedad.
La autora es Profesora,
periodista y abogada
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