Busca felicidad en las pequeñas cosas y
vive con bienestar
Por Emilia Santos Frías
El recién pasado
sábado, mientras caminaba en el Parque Mirador Sur, en compañía de personas agradables,
congregadas allí con la alegría de meditar al aire libre; observé un nutrido grupo de jóvenes, practicar un sencillo juego.
Recuerdas jugar al pañuelo?.
Maravillosa sorpresa,
porque lo tenemos aún en nuestros días. Ejercitado por una juventud que pensé, fruto de la transculturación y la
globalizaciòn, no lo conocía.
También, sentí alegría.
Remembranza al mismo tiempo. Evocación de la niñez, cuando la vida era
sencilla; matizada por júbilo y felicidad constante.
Reminiscencia de
tiempos de vida tranquila. Rodeada de verdor; urbanidad y compartir entre
vecinos. Vida rural, carente de recursos económicos, pero cargada de riqueza
familiar. Esa que nos regaló la naturaleza mediante sus variados y grandes
afluentes de agua dulce, hoy extintos, gracias a la imprudencia humana.
Nostalgia de
baños en ríos cibaeños; tan caudalosos, fecundos, voraces y respetados como:
Haina, Camú y todos los que en ellos confluían, hace más de tres décadas.
Tiempo en que tomábamos
agua de pozos naturales. Época de juegos
sanos, como pisacolà, tapita, el quemao, flor y convento, mambrú, fufu, trompos
y chichiguas.
Sin olvidar emular
cuánto vale el show?. Jugar a la escondida; la botellita; nadar en los ríos y playas,
disfrutarlos y retozar en sus aguas: buzo,
te busco?. Ah qué tiempos aquellos!, reinaba la inocencia.
Períodos de tierra
preñada de fertilidad. Cuando la población dominicana cultivaba variados rubros
agrícolas, porque tenía tierra para hacerlo; por necesidad y por pasión.
Nuestras
provincias exhibían sus lomas pobladas de verdor; ríos, variadas plantas
frutales, muchas hoy día en extinción.
Era bellísimo el
contacto con la gente y los animales del campo. Cuanta armonía!. Todavía no conocía
la gran urbe, donde sobra el ruido. Ni ella tenía los enormes rascacielos que
hoy exhibe.
Ese día, mientras
estaba en mi travesía, veía las familias compartir diferentes deportes; montar
bicicletas, caminar con sus perros; festejar cumpleaños. Compartir una conversación,
un alimento, una bebida. Disfrutar el
silencio.
Que belleza!. Ese
jardín nos invita y hace posible que las
pequeñas cosas fluyan y con ellas alcancemos bienestar.
Con esa agradable
escena ante nuestros ojos, comenzamos a meditar, teniendo además, la compañía de
numerosos desconocidos ejercitándose en la Avenida de la Salud.
Asimismo, el
cantar de las ciguas palmeras; un coro compuesto por decenas de ellas. Pájaros
libres, que confabularon y pactaron acompaños como magníficos anfitriones de su
hogar. Nos ofrecieron una gran fiesta!.
Yo veía una encantadora
pintura, pero en movimiento y con música de fondo; una muy sublime. El
escenario era tan perfecto, que parecía irreal.
Es justo esa perfección,
que me motiva decirte: la felicidad está en esas pequeñas cosas que te hacen
grande y mejor ser humano. Busca dentro y en tu alrededor y la hallarás.
Ejercita todo aquello que te guie hacia ella y vive hoy con todo su bienestar!.
La autora es educadora,
periodista, abogada y locutora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario