Quitemos la armadura que nos impide alcanzar
la felicidad
Por Emilia Santos Frías
Aprovechando
la lluvia de tarde en domingo, comencé a releer “El Caballero de la Armadura
Oxidada”, de Robert Fisher, 13 años después, de nuestro primer encuentro;
gracias al alumno de secundaria, a quién entiendo, las clases impartidas de
Literatura, en el colegio Cristóbal Colón, aportaron de alguna forma. El me obsequió
esta importante obra.
Debido
a la interrupción del clima, en mi plan de domingo, un día que inició hermoso, con radiante sol; y yo
pensaba reencontrarme con verdor, por tierra del Cibao. Hacer en familia un día de cara al sol, bañada en agua dulce; me dejé
invadir por la buena música y lectura, teniendo de fondo la inesperada lluvia, que
copó toda la tarde y noche.
Mientras
escuchaba extasiada, boleros de cantantes tan heterogéneos como Félix De Oleo, Gilberto Santa Rosa, Ricardo Montaner
e Il Volo; degustaba este sustancial libro.
Algunas
de sus enseñanzas de este trascendente libro, para obtener felicidad, las
quiero compartir mediante estas líneas: los problemas son una oportunidad para criticarnos.
Todos y todas alguna vez hemos llevado armadura; esa que nos atrapa; que es
necesario encontrar; identificarla, para sacar de ella nuestro yo verdadero.
Perdemos
tiempo hablando de lo que hicimos y hacemos, pero no disfrutamos lo que forjamos
en el momento, cuando debemos dejar que en nosotros ojos brille el amor y la compasión.
Esa es una armadura.
Por
eso, es prudente, dejar de poner armadura entre nuestro yo y nuestros
pensamientos. No tenemos que demostrar nada, somos seres amorosos. Por tanto,
es necesario dejar que nuestra mirada refleje amabilidad, compasión, amor,
inteligencia y generosidad.
Para
ello, todas y todos que tendremos dilema; entraremos y saldremos de castillo
que aportarán saberes y con ellos caminaremos por sendero de verdad, que nos llevarán
a alcanzar la cima a la verdad.
Otra
enseñanza: no debemos confundir necesidad con amor. Es necesario amar más a
nuestros seres queridos y necesitarles menos, pero ¿si no me amo, cómo puedo
amar a los demás?.
La
verdad es amor. La ambición de nuestra mente nos dará cosas materiales, pero la
del corazón traerá felicidad. Esa no compite ni hace daño a nadie. ¡Que la
impaciencia no impida que nuestros seres amados puedan llegar a conocer nuestro
verdadero yo!.
Toda
persona quiere tener cosas bonitas, para alcanzarlas, debemos separar la
necesidad de la codicia. Ambición del corazón implica quedarnos quietos,
aceptar y apreciar lo obtenido, eso nos da salud y lleva a la felicidad.
La
ambición mental, nos lleva a ir de un lugar a otro, intentando apoderarnos de
todo. Nos da mal aspecto, desnutrición, cansancio, estrés, nerviosismo…, nos hace
cargar una armadura.
Y
aunque a veces no sabemos o no podemos sin ayuda quitarnos la armadura, hay que
desistir de ella; dejar de estar preparados para cada batalla que se presenta
ante nuestra vista; a veces, es preciso ceder. Después de todo no podemos
contentar a todo el mundo.
“Cuando
la armadura desaparece, estamos bien,
porque además de nuestro dolor, podemos sentir el dolor ajeno”.
Es
vital, admitir que aún hay muchas cosas que no sabemos; quizás por eso a veces
nos sentimos perdidos, luchamos con nuestros dilemas; sentimos dolor, tristeza,
desanimo; nos sentimos débiles, pero como dice esta obra, podemos estar perdidos
por un tiempo, pero no durante toda la vida. Por eso, debemos detenernos y
entender que no podemos correr y aprender a la vez.
Usamos
armadura porque tenemos miedo. Ese susto nos impide tener estabilidad. Y cuando no vemos bien, podemos causar daños,
pero cuando nos sensibilizamos, sentimos las vibraciones de los demás.
Es
normal tener miedo de estar o a estar solo;
vencerlo, aceptarlo y entender el por qué, nos libera.
No
nacemos con armadura, pero nosotros construimos
y nos ponemos una. A veces es nuestra mente la que nos atrapa en ella.
¿Por
qué, si somos gente buena, generosa y amorosa, tenemos que demostrarlo?.
“Es
necesario, tomar sorbos amargos para beber tragos agradables y delicioso. Esos
sorbos se llaman vida y es deliciosa cuando aceptamos lo que estamos bebiendo”.
Es difícil, pero podemos lograrlo.
Cuando
no sabemos aceptar nuestro don con alegría, este se convierte en carga…., nos
falta tanto por aprender. Y eso sencillamente es maravilloso. “Cuando el alumno
está preparado, aparece el maestro”. Pero, si tenemos un corto y frío corazón, tendremos
un largo y frío invierno, nos indica Fisher en sus relatos.
Por
otro lado, “el tiempo transcurre con rapidez cuando nos encontramos y se hace
eterno cuando esperamos que otras personas lo llenen”.
Es
por eso que hoy nuestro compromiso no será hacer feliz a los reyes, o salvar a
los demás, como damas y caballeros valientes que somos; será liberarnos de
nuestra armadura de combate, para alcanzar felicidad; esa que obtenemos en el calor
de un beso, la fragancia de una flor, el disfrute de una hermosa melodía. Al
ofrecer nuestra amistad, no hay nada malo en ello.
Hoy
vamos a cambiar la forma de vivir y pensar, si esta se ha convertido en
armadura, y nos impide ver el sendero que transitamos. Un sendero que es
estrecho
y empinado; que requiere, tengamos coraje para caminarlo, pero que lleva a la verdad.
El
autor en su narración nos indica tres castillos que bloquearán nuestro camino a
la verdad, pero que es obligatorio cruzar: Silencio; Conocimiento; Voluntad y Osadía.
Y en cada uno tendremos que adquirir aprendizajes, para encontrar la salida al otro.
Atravesándolos, llegaremos a la cuna de la montaña de la felicidad anhelada.
Escuchar
el silencio es muy importante. Recuerdo al destacado abogado laboralista, don Pablo
Nadal, extinto; quien hace 12 años en sus conferencias, recomendaba “entender
los silencios en nuestras vidas”. Ayer esa exhortación era risible para mí, un
grupo de compañeros y compañeras de labores; hoy es un legado.
En
el silencio podemos oírnos; oír nuestro verdadero yo. Al conocernos, podemos
conocer a los demás, caminar hacia el castillo del conocimiento, como luz que
alumbrará nuestro camino.
Escuchar
a los demás; al viento; conversar con nosotros mismo; hacer soliloquio. Hablar
con las plantas y los animales, no es locura, por el contrario, es salud
mental. Y seguir escuchando la lluvia, como esta que cae en domingo; el agua
que recorre nuestros ríos, como ese que quería visitar hoy…, eso sencillamente
es vida.
“El
Caballero de la Armadura Oxidada”, también, nos indica que: es necesario dejar
aflorar en ocasiones, la tristeza; el dolor, y llorar, por la razón que sea. Como
me siento en este momento, cuando al caer la noche, me informan la partida terrenal
de Eduard Leger, periodista petromacorisano; amigo solidario; afectado hace
mucho tiempo por una enfermedad catastrófica que mermo sus fuerzas.
Es
necesario llorar, con lágrimas tibias y saladas. Llorar nos acerca a nosotros
mismos. También lo es, dejar aflorar la soledad que vivimos, tenemos o
sentimos, para hallar en ella aprendizajes enriquecedores y continuar en la búsqueda
de verdad.
Lloremos
también de alegría, para derretir la armadura que nos quitó tranquilidad; nos
hizo impacientes y correr en todas las direcciones a la vez. Nos hizo exhibir acero
En
el sendero de la verdad, aprendemos a amarnos; ver las diferencias en nuestro
interior. Aceptar en lugar de esperar. “La mayoría de la gente está atrapada en
su armadura, porque pone barreras para protegerse de quien cree que es. Y es
necesario ser lo suficientemente sabio para saber cuándo estamos atrapados;
aprender de ello y salir”, dice nuestra citada obra.
“Es
normal sentirnos deprimido cuando cargamos nuestra armadura, y no encontramos
la puerta hacia el Sendero de la Verdad. Pero, las personas nunca acabamos
nuestro viaje por ese camino y siempre encontramos nuevas puertas”.
Tendremos
muchos dragones del miedo y la duda en nuestro camino; que verdes de envidia
echaran llamas por boca, ojos y oídos. Entender que son una ilusión y
bloquearlos, mediante nuestra voluntad y osadía, es el camino a seguir.
No
nos dejemos llenar de estrés y miedo, más bien, dejémonos llevar de la vida, la
fuerza, el universo o Dios; como le llamemos a esa energía en la que creemos. Dejémonos
ir sin culpar a nadie de nuestros errores o desgracia. Reconozcamos que somos
la causa, pero no el efecto.
¡No
tengamos miedo!. Busquemos la calma y en vez de caer, subiremos a la cima de la
montaña llamada felicidad. Pero para alcanzarla, debemos soltar todo: lo que
sabemos y lo que poseemos. Así, la voluntad de abarcar lo desconocido nos liberará
del dolor y el miedo. Obtendremos bienestar; sentiremos el universo; la calidez
del sol y el atardecer. Nuestro corazón rebozará de amor por la vida; el mundo;
nuestra gente y los animales.
¡Qué
hoy una nueva y radiante luz irradie de nosotros, porque desde hoy seremos el arroyo,
el sol, la luna. Seremos uno-a con el universo. Seremos amor!.
No
olvidemos la frase inspiradora de Wolfgang
Sewald: “el amor es como el agua; quiere fluir y fluir. Es como el fuego;
quiere arder y arder. Es como el aire; quiere respirar y respirar. Y es como la
tierra; quiere crecer y crecer”. ¡Seamos amor!.
La
autora es presidenta del Círculo de Periodistas de la Salud (CIPESA).
Es
educadora, periodista, abogada y locutora.
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