Somos más que seres humanos, somos seres divinos
Por Emilia Santos Frías
Reconocer que “somos más que seres
humanos, que somos seres divinos”, es maravilloso, y hasta un desafío. Es así como nos definió, durante una homilía
celebrada recientemente, Monseñor Benito
Ángeles, párroco de la iglesia San Antonio de Padua.
Esa afirmación, me llenó de
complacencia, porque así lo considero, pero recordó los deberes que tengo como
ser humano, si quiero alcanzar tal fin.
Y es que ser un ser divino, significa
que somos poseedores de un poder
ancestral que nos hace inmortales. Y esa inmortalidad inicia, cuando partimos
de este maravilloso camino llamado vida terrenal, y como regalo de despedida
dejamos entre nuestros iguales, ejemplo de buen vivir; legados benignos a la sociedad.
Realmente, no morimos, lo creo
así; nos elevamos a niveles más grandes que los alcanzados mientras ocupábamos
nuestro cuerpo y caminábamos entre nuestros iguales. Así lo explicó el
sacerdote y yo le creo.
Seres divinos que hacen un mundo
mejor, gracias a la impronta dejada.
Escuchar este sermón, me
transportó a tantas mujeres
extraordinarias, a tantos hombres extraordinarios, que partieron hace
siglos; hace años, pero su legado de amor, sacrificio, entrega. Ese ejemplo de
alegría, de vida plena, porque vivieron cada emoción que ella encierra, llenó
mi espacio de energía maravillosa, vestida de gozo.
Recordé a la primera médica
dominicana: la gran Evangelina Rodríguez, que grande fue su aporte a la salud
de las poblaciones más vulnerables de nuestro país y a la elaboración de
normativas sanitarias. Recibiendo a cambio vejámenes y pagando con su vida ese
hermoso sacrificio de solidaridad, de entrega.
Recordé también a la más grande de
todas las poetas dominicanas, la maestra Salomé Ureña; que hermoso legado de
sacrificio, amor a la cultura, desprendimiento material y vocación.
Sin dejar de pensar en el más grande de todos los dominicanos, el padre y
guía; ese mismo que dijo repetidamente: “Nunca
me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres
sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria”.
El que afirmo: “Procuraré
conservarme bueno, conservaré mi corazón y mi cabeza. Dios ha de concederme
bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi Patria libre,
independiente y triunfante”.
Y continuó el patricio: “El buen dominicano tiene hambre y
sed de justicia ha largo tiempo, y si el mundo se la negase, Dios que es la
Suma Bondad, sabrá hacérsela cumplida y no muy dilatado; y entonces, !ay! de los que tuvieron oídos para oír y no
oyeron, de los que tuvieron ojos para ver y no vieron… !la Eternidad de
nuestra idea! porque ellos habrán de oír y habrán de ver entonces, lo que no
hubieran querido oír, ni ver jamás”.
Mi encomio a Juan Pablo Duarte!, maestro y
guía de nuestra democracia plena. Citarlo en estos tiempos y recordar su
legado, es necesario.
Y así durante la misa, por mí mente pasaron muchas figuras ilustres,
tanto de nuestra patria como allende de los mares: Eugenio María de Hostos,
Antonio Zaglul, Martin Luther King;
Pedro Henríquez Ureña; Sebastián Lemba, por sólo nombrar algunos. Y millares de hombres anónimos y mujeres anónimas,
que con su ejemplo personal y profesional, han dejado huellas en nuestras
vidas.
Personas tan grandes y nobles como esas nunca mueren!
Es por esto que te invito a que
identifiques cuál es tu rol?. Abrázalo, persiste, esa será tu impronta, cuando
ya no estés físicamente!. Que la pereza no invada tu camino. Estás llamado para
dejar hermosas y positivas huellas, asume hoy ese compromiso; vive en amor y
alegría esta vida maravillosa!
La autora es educadora,
periodista y abogada.
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