RD necesita aplicar ley y políticas públicas para eliminar
delincuencia
Por Emilia Santos Frías
Nos estamos quemando y no es sólo
por las altas temperaturas de este varano. Desde hace años un flagelo más cruel
que las enfermedades catastróficas, se lleva vidas valiosas; deja temor, tristeza y desesperanza. Me refiero a
la delincuencia.
Recientemente,
la encuesta Gallup-Hoy, publicó lo que
toda persona residente en República Dominicana, comenta en su entorno
circundante: la delincuencia, junto al desempleo y otras necesidades básicas, constituye
el principal problema, que afecta a la población.
No
es asunto de percepción, es la mala y fea realidad. La gente sufre cada día este
mal y con él, pierde la capacidad de
asombro, ante un ambiente cargado de violencia, desprotección y desazón.
Nuestro
territorio está arropado palmo a palmo por ese verdugo. Mientras, la población productiva,
cada día está más desprotegida, carente de empleos y garantía de sus derechos
fundamentales.
Es
sorprendente, quienes se dedican a delinquir, siguen arrebatándonos recursos
materiales y naturales, como la vida misma, por consiguiente, alegría y paz; pues esta no
es posible en medio de dolor.Y
mientras, la gente perdió la confianza en las autoridades civiles y militares, esos
malos dominicanos y sus aliados, siguen ganando terreno, ante la mirada pasmada;
ausente; indolente, permisiva y absorta de quienes deben articular fuerzas para eliminar
de nuestro territorio la delincuencia.Con
este panorama, ¿cómo eliminaremos este mal?; ¿está, este aumento efectivamente asociado
a la desigualdad social, con sus bajos niveles de educación, pobreza y el desempleo
que exhibe nuestra nación?.
¿Qué
está haciendo la familia, la escuela y los medios de comunicación para
contribuir a su reducción?.
¿Influye
en su acentuación, las débil aplicación de
normativas y administración de justicia?; ¿contribuye a este acrecentamiento
las narco novelas?; ¿Tiene alguna cuota, la falta de controles migratorios
fuertes?, son algunas de las inquietudes
que tengo como ciudadana de esta noble patria; una tierra bendecida, codiciada,
mal querida y mal amada.
Hay
carencia hasta de amor al terruño, de no ser así ¿por qué las dominicanas y los
dominicanos, permitimos nos conviertan en otra nación; cambien nuestro modo de
vida?.
¿Por
qué dejar incluso, que la transculturación, la copia de antivalores de otros países,
nos dañen?.
La
cultura nos recuerda que este pueblo nunca ha sido violento entre sí. Sólo uso
la fuerza para defender su soberanía, evitar injerencias; defender su
identidad, sus valores, su etnia.
Es
por ello, que República Dominicana no debe perder ese espíritu de vida
tranquila, llena de urbanidad, calor afectivo, entre sus compatriotas y hacia
los extranjeros; ese don, tan codiciado por los turistas.
Sin
dudas, no es tiempo de largos discursos inverosímiles, cargados de promesas,
tampoco es tiempo de atropello a la inteligencia y al sentir real de la ciudadanía.
Es
tiempo de accionar, de cambiar la desgarrante realidad; corregir y mejorar.
La
delincuencia que exhibe nuestro país, es alarmante, se ve y se siente. Para eliminarla
es necesario el concurso de todas y todos, mediante acciones serias, medibles,
visibles, sistemáticas y sostenibles en el tiempo. La prudencia lo demanda.
La autora es educadora,
periodista y abogada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario