Gracias a la vida por regalarnos
personas entrañables que nos marcaron con sus enseñanzas
Por Emilia Santos Frías
Mis musas han querido madrugar; me debato entre Terpsìcore, Talía
y Minerva. No me han permitido conciliar el sueño, pero trajeron a mi mente el
grato sabor de algunos de esos seres maravillosos que entran a nuestras vidas y
la impactan con esa misma fuerza.
Personas que por su sapiencia, modo de comunicar; su costumbrismo,
ángel, nobleza, carisma, simpatía y hasta comicidad, nos hacen la vida más agradable,
nos edifican y por qué no, hasta nos entretienen.
Seres que durante nuestra niñez y vida adulta han dejado al
menos una de sus máximas, que luego son citas obligadas en nuestro maravilloso
andar.
Hoy mis musas los trajeron gratamente.
Recordé desde pregoneros folclóricos, hasta el viejo pícaro
del barrio, recordado por su frase de batalla: “me falta una cosa”, para decir
en su forma comunicante, que estaba satisfecho, pues ya había almorzado,
descansado y tomado su postre favorito, ese cafecito bien negro y caliente,
pero aún no había acariciado a su amada. Vaya personaje!
Relacioné a la vecina, viejita
desde que tengo uso de razón y aún sigue en pie. Amante de las bebidas
espirituosas y enferma gracias a su amor
a ellas. Toda una maestra plebe de la jerga barrial. Enérgica al afirmar que “más
vale un perro palao que una persona traicionera”. Con el perdón de los perro,
animales que amo.
Y seguí en mi mente con la vecina
de prosaico hablar, sobre todo cuando estaba bajo los efectos de su amado: el
señor alcohol. Su frase más usada, y por supuesto zoológica: “mejor para el
perro, si la perra es bola”. Aunque esta expresión, ni la decodifico, ni la acuño.
Parece machista!.
Pero las que nunca he podido dejar
de citar y acuñé como regalo baluarte, es el proverbio de mi suegra eterna, María
Alfonsa De Los Santos Santana, mujer que amo, y que eligió amarme. Múltiples
formas ha usado para demostrarlo: “Dios proveerá”. Y esa es efectiva.
Doña Suna, como le decimos
cariñosamente a la abuela de mi hija, es una mujer maravillosa, una heroína anónima,
como mi madre. Sabia, a pesar de sus tres bodas de plata de vida terrenal. Es
la adulta mayor más avanzada mentalmente que conozco. Y por otro lado, una cómplice de mi vivir.
Y así mis musas me llevan y traen personajes del ámbito político, pero, los que
viven y hacen vida en el barrio que pernoté al llegar desde el Cibao; los de la
familia y hasta los de la iglesia. Grandes filósofos naturales, predictores de
acontecimientos, enfáticos en sus creencias, en sus lemas.
Es así como llegué a mi hermoso y presumido padre.
Magno conversador. Hacedor de historia, algunas consideradas inverosímil, por
sus vástagas, pero que sirven de soporte y entretenimiento a nuestros
encuentros familiares.
¿Quién no recuerda a esa maestra,
a ese maestro de la infancia?, no importa si el aprendizaje fue bueno o malo.
Si era cuerdo o desquiciado. Le
recordamos por ser el personaje protagónico.
Hoy, guiada por mis musas, rindo
homenaje a esos seres extraordinario, para bien, que han engalanado nuestras
vidas. Aportando también risas, permitiéndonos ser alumnos y alumnas de la
Escuela de la Vida. Gracias por su acompañamiento.
La autora es educadora,
periodista, abogada y locutora.
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