lunes, enero 16, 2012


Estamos siendo envenenados por tres emociones extremadamente tóxicas



Pedro Mendoza

Si alguna vez alguien me preguntara cuáles son a mi juicio las tres emociones más tóxicas que abaten el espíritu de armonía de la sociedad dominicana de hoy, respondiera sin titubeos que son: el odio, la codicia y la hostilidad.

Las motivaciones que se encuentran en la base del odio son muchas. No las vamos a enumerar aquí porque hace poco en un artículo anterior las detallamos. Sin embargo, vamos a recordar sólo dos de esas motivaciones como son el resentimiento y la injusticia, para señalar que si bien el resentimiento es el telón de fondo de cualquier forma de aborrecimiento interpersonal casi siempre injustificado, la injusticia es el perímetro que bordea el gran lago de penas, agresiones, ofensas, pobreza material y emocional, sufrimiento e inequidades que amenaza con tragarse a la sociedad moderna. Ser injusto no es solo no ser imparcial en una situación en que se debería serlo, sino también hacerme de la vista gorda cuando conviene a mis intereses.

La segunda emoción tóxica que se ha enseñoreado de los dominicanos es la codicia. A ésta, 'hay que sacarle su comida aparte' porque el codicioso normalmente vulnera dos de los principios fundamentales de la lógica, a saber, el principio de contradicción que consiste en que dos juicios contradictorios no pueden ser verdaderos al mismo tiempo; y el principio de razón suficiente, el cual establece que para que un juicio sea verdadero necesita un fundamento. La codicia es una conducta, es una actitud autoejecutada por el individuo que una vez aflora lo hace con la energía psíquica suficiente para perpetuarse como un comportamiento ineluctable y circular. La filosofía de vida del codicioso es el determinismo, es decir, decide amasar, acaparar, almacenar bienes de todo género por una voluntad con retroalimentación positiva permanente. La línea de la codicia no tiene meseta por lo que siempre está en ascenso. Quien sufre la enfermedad de la codicia no toma remedio para curarse sino para que su enfermedad persista indefinidamente. Nuestros conciudadanos invadidos por el bicho de la codicia hacen que dos ideas o dos juicios contradictorios sean verdaderos simultáneamente porque tal milagro redunda en ganancias fríamente calculadas. Eso es lo que explica que haya tanta gente que importe millones de dólares en productos agropecuarios y al mismo tiempo reclame que el Estado apoye la producción nacional.

El codicioso no cede nada a nadie. Eso quedó probado cuando el Estado gravó los activos bancarios en un 1% meses atrás. Se hizo un enorme ruido mediático contra la medida estatal. Empero, exigen que el Estado invierta más y que garantice educación abundante, buena y gratuita, y hospitales con categoría de país industrializado.

Mucha gente quiere que sus activos y ganancias aumenten año por año para así anunciarlo y celebrarlo como hazaña, pero a la vez se oponen a que al Estado le toque algo de esa bonanza Pura contradicción entre dos ideas o puntos de vista que a menudo los grandes capitales convierten en verdaderos al mismo tiempo. El individuo codicioso es un obsesivo con el desorden institucional. Por eso impulsa y estimula el contrabando, el tráfico mafioso de humanos, la venta de armas, el lavado de activos, la corrupción de las instituciones y la prostitución. Una característica muy productiva para el codicioso es que orgullosamente es pesimista, cínico y desconfiado. Creo que es innecesario añadir que también es oportunista e hipócrita en sumo grado. Fíjense que vocifera contra el contrabando de mercancía pero la compra y luego la vende al público.

La tercera emoción tóxica es la hostilidad. Aquí hay gente que no puede mostrar aprecio por su vecino ni por su adversario político. ¿Por qué tanta gente es incapaz de regocijarse por el coraje, la competencia y el bienestar ajenos? Pero donde esta emoción tóxica encuentra su mayor representación es en la actividad política. La hostilidad contra el expresidente Mejía que uno ve en los medios de comunicación es para encogerse de hombros. Y contra el presidente Fernández hay una campaña de hostigamiento tan repulsiva que quienes hayan leído los artículos que publica un conocido intelectual en el matutino HOY, no pueden más que taparse la nariz ante una prosa tan pestilente.

Su autor acusa al Presidente Leonel haber encanallado a la sociedad dominicana; y, por supuesto, sólo encanallesen los canallas. Hagamos votos porque estas tres emociones tóxicas no sigan pudriendo a nuestra sociedad, pues 'no se puede vivir con tanto veneno'.