miércoles, febrero 08, 2012

FÁBULAS EN ALTA VOZ
El comercio de la salud

Marta Quéliz
martha.queliz@listindiario.com

No me gusta titular estas fábulas con un contenido negativo, pero la situación en el aspecto salud se ha puesto tan abominable en el país que no me queda de otra. Sin lugar a dudas, el dinero le ha ganado la batalla a la vocación de servicio. Visitar un centro de salud, tanto “público” como privado, representa una pesadilla de la cual Elaine quiso escapar por unos minutos.

Aturdida por el dolor constante que siente en sus piernas, la joven decidió transportarse a un lugar fabuloso donde pueda encontrar al menos el alivio de que la traten como un sujeto, no como un objeto. Llegó al sitio. El dolor se le apaciguó. El sólo hecho de ser recibida como debe ser la hizo sentirse mejor.

Una legión de facultativos la esperó en el centro médico adonde fue llevada. A los galenos sólo les importaba su salud. Eso de seguro médico, de depósito anticipado y de si cubre o no cubre... no entra en discusión. Conocer lo que la llevó hata la emergencia y buscar la solución a su quebranto son el norte de todo el personal que le presta atención. Puestos en marcha los recursos médicos, a Elaine la reanima el amor con que le aplican hasta el más simple medicamento.

De otro lado, una familia tranquila ora y confía en que todo saldrá bien. Sabe que la joven no sólo está en buenas manos, sino que es atendida con el respeto y consideración con que debe ser asistido todo paciente, no importa cuán leve sea su dolencia.

En esa comunidad adonde viajó la joven Elaine, la solidaridad impera por encima de todo. Nadie tiene que andar volviéndose loco porque se le quedó el carné del seguro en la casa o porque no lo tiene. La seguridad social del lugar funciona sin complicaciones.

Todos los habitantes tienen derecho a recibir atenciones médicas sin importar su clase social, su credo o inclinación política. Basta que se sienta mal de salud para recibir los servicios de cualquier centro asistencial.

Es penado prestar atención a otra cosa que no sea al paciente. Las ínfulas que tienen algunos médicos en otros países aquí no se advierten. Todos, por muy especialistas que sean, tienen el deber de atender cualquier tipo de emergencia, ya sea porque esté de servicio o porque se le requiera para atender un caso de su competencia. Precisamente en búsqueda de testificar lo que se siente con la dedicación de un médico que deja a un lado su ego y sus lauros para ponerse su bata e ir en ayuda de quien lo necesita, no importa la hora ni el lugar, Elaine se trasladó a ese lugar fabuloso, pero al regresar de su viaje, vuelve a lamentarse de la indolencia de algunos de los facultativos dominicanos, quienes, aun habiendo tratado a un paciente, no se inmutan ante el dolor que éste sigue sintiendo a pesar de haber buscado ayuda médica.

Por no dar con un problema o por nimiedades, tratan de ocultar su ineficiencia y, en algunos casos, hasta mala práctica, detrás de la fría respuesta “nos vemos en la emergencia” y nunca llegan, dejando angustiadas, desesperadas y decepcionadas a la persona enferma y a su familia. Y es que cada vez aumenta más el comercio de la salud. Para vivir lo contrario, hay que transportarse a una fábula como lo hizo Elaine, quien sufre día a día un dolor constante que sólo la misericordia de Dios podrá calmar.

No hay comentarios: