Hoy conmemoramos el natalicio de Héctor J. Díaz la estrella del Sur que
iluminó generaciones
Por Emilia Santo Frías
Hoy 21 de enero, celebro por partida doble; a una
celebración me une la religiosidad de mi Nación, a otra el arte y mi profesión.
Celebro a la madre protectora y espiritual del pueblo dominicano: la Virgen de
la Altagracia y celebro la vida de un
artista inmenso, diverso, genuino; poseedor de una luz que iluminó desde Azua
de Compostela hacia el mundo: Héctor José de Reglas Díaz, memorable gestor
cultural; locutor, escritor y poeta.
Este artista que nació un 21 de enero de 1910, tuvo como musa a la mujer de
pueblo; la mujer laboriosa, la digna, la noble y la generosa, como afirma
Rafael E. Caamaño. Asimismo, su etnia, costumbres, los derechos inherentes a
cada ser humano, entre ellos la libertad, educación, expresión y difusión del
pensamiento.
Fue además, productor de radio, creando programas que promovían nuestra
cultura y valores. Se le conoce por ser una persona auténtica, sencilla; que
viviendo en tiempo de la dictadura de 1930-1962, no aduló el régimen como lo
hicieron otros artistas de su época.
Acostumbrado a dar serenatas en su pueblo natal, más tarde compone boleros
y merengues, entre ellos: ”Entre Tú Amor y Mi Amor”; “El Negrito del Batey”, en
1942, cantado por primera vez por Joseìto Mateo; “Se Murió Martín”, “El Mal
Pelao”. Al mismo tiempo, abrazó don gran tesón la poesía negroide.
Debo destacar que luego de leer sobre la vida de este hombre gigante en
saberes, estoy más que orgullosa de haberme formado en la escuela de locución
que llevó su nombre hasta inició del 2000; ubicada a la sazón en la hoy Corporación
Estatal de Radio y Televisión, donde obtuve sapiencia de la mano de otra gloria
de la locución dominicana, el maestro extinto, doctor Albert Bridgewater, quien
enseñó a sus alumnos y alumnas el legado de Héctor J. Díaz.
Esta estrella del sur, poeta intranquilo, como lo calificó el compositor y
músico, Luís Kalaf, en su “Plegaria”; joya invaluable del arte dominicano y
fuente de inspiración, para otros como Rafael E. Caamaño, fue además, promotor de las y los artistas dominicanos en el
exterior. Y autor de los libros: “Lirios Negros”; “Flores y Lágrimas”; “Ritmos
Íntimos”; “Plenitud”; y “Versos para una sola Noche”.
Falleció
en Nueva York en 1950, sus restos descansan en el panteón de los artistas en el
Cementerio Nacional de la Avenida Máximo Gómez.
Invito
a esta y a futuras generaciones a
conocer un dominicano de pura cepa: Héctor J. Díaz, un hombre preocupado
por su Nación, promotor de su costumbre y etnia. Su legado es fuente de
inspiración.
La
autora es Educadora, Periodista, Abogada y Locutora.
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