martes, enero 24, 2012


Enfermedades de las maestras y los maestros

Las condiciones físicas y emocionales de quienes imparten educación merecen una atención privilegiada.

El ¿cómo? invertir en educación -que el Gobierno considera prioritario- encuentra una respuesta en los problemas de salud al que un estudio atribuye alta incidencia en el magisterio.

Tomemos en cuenta que este país necesita una transformación que incluya una elevación importante del índice de escolaridad.

Con profesores t profesoras abatidos (as) por la depresión, frustrados por su incapacidad para afrontar necesidades básicas y sin un vasto apoyo para sus conflictos existenciales, las escuelas no podrían cumplir a cabalidad su papel de formar mejores ciudadanos.

No existiría una forma de refundar al maestro y sacarlo de su postración sin una considerablemente mayor inversión en la enseñanza Y si existe, habría que suponer que el Gobierno es capaz de hacer milagros. Es cierto que muchos otros dominicanos que no practican docencia reciben también presiones que dañan su salud. Al igual que los profesores, son víctimas de unas estructuras que conducen a la mala distribución del ingreso. Esquemas de ejercer el poder y propiciar el crecimiento de la economía que fomentan el enriquecimiento de minorías y el empobrecimiento de una mayoría: esa a la que no hemos educado bien. Los cambios de esta sociedad no deben demorarse. Educar mejor es lo que más puede contribuir a lograrlo.

Un llamado muy oportuno

La agresividad con uso del insulto y la diatriba a que se refirió el obispo de Higüey Nicananor Peña el sábado ha ido en ascenso en esta campaña. Aun cuando los candidatos se esfuercen a veces en aportar un contenido de ofertas diversas al electorado, el proselitismo que se percibe es a dos voces: una de promesas -algunas irrealizables- y otra concentrada en la descalificación del adversario. En la hipérbole infamante que coloca al rival en un contexto de maldad y desastre. El abismo si gana el otro.

En ocasiones los proyectos políticos se apoyan en voceros delirantes adscritos a sus cohortes que en su vocería se refieren más a los supuestos horrores de los contendientes que a los planes concretos que se supone han sido concebidos para la posibilidad de alcanzar el poder. Va in crescendo una recargada atmósfera de agresión verbal. Las palabras del obispo deben mover a reflexión y a un cambio de actitudes.

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