viernes, agosto 21, 2015


Busca felicidad en las pequeñas cosas y vive con bienestar

Por Emilia Santos Frías

El recién pasado sábado, mientras caminaba en el Parque Mirador Sur, en compañía de personas agradables, congregadas allí con la alegría de meditar al aire libre; observé un nutrido  grupo de jóvenes, practicar un sencillo juego. Recuerdas jugar al pañuelo?.

Maravillosa sorpresa, porque lo tenemos aún en nuestros días. Ejercitado por una juventud  que pensé, fruto de la transculturación y la globalizaciòn, no lo conocía.

También, sentí alegría. Remembranza al mismo tiempo. Evocación de la niñez, cuando la vida era sencilla; matizada por júbilo y felicidad constante.

Reminiscencia de tiempos de vida tranquila. Rodeada de verdor; urbanidad y compartir entre vecinos. Vida rural, carente de recursos económicos, pero cargada de riqueza familiar. Esa que nos regaló la naturaleza mediante sus variados y grandes afluentes de agua dulce, hoy extintos, gracias a la imprudencia humana.

Nostalgia de baños en ríos cibaeños; tan caudalosos, fecundos, voraces y respetados como: Haina, Camú y todos los que en ellos confluían, hace más de tres décadas.

Tiempo en que tomábamos agua de pozos naturales. Época de  juegos sanos, como pisacolà, tapita, el quemao, flor y convento, mambrú, fufu, trompos y chichiguas.

Sin olvidar emular cuánto vale el show?. Jugar a la escondida; la botellita; nadar en los ríos y playas, disfrutarlos y retozar  en sus aguas: buzo, te busco?. Ah qué tiempos aquellos!, reinaba la inocencia.

Períodos de tierra preñada de fertilidad. Cuando la población dominicana cultivaba variados rubros agrícolas, porque tenía tierra para hacerlo; por necesidad y por pasión.

Nuestras provincias exhibían sus lomas pobladas de verdor; ríos, variadas plantas frutales, muchas hoy día en extinción.

Era bellísimo el contacto con la gente y los animales del campo. Cuanta armonía!. Todavía no conocía la gran urbe, donde sobra el ruido. Ni ella tenía los enormes rascacielos que hoy exhibe.

Ese día, mientras estaba en mi travesía, veía las familias compartir diferentes deportes; montar bicicletas, caminar con sus perros; festejar cumpleaños. Compartir una conversación, un alimento, una bebida.  Disfrutar el silencio.

Que belleza!. Ese  jardín nos invita y hace posible que las pequeñas cosas fluyan y con ellas alcancemos bienestar.

Con esa agradable escena ante nuestros ojos, comenzamos a meditar, teniendo además, la compañía de numerosos desconocidos ejercitándose en la Avenida de la Salud.

Asimismo, el cantar de las ciguas palmeras; un coro compuesto por decenas de ellas. Pájaros libres, que confabularon y pactaron acompaños como magníficos anfitriones de su hogar. Nos ofrecieron una gran fiesta!.

Yo veía una encantadora pintura, pero en movimiento y con música de fondo; una muy sublime. El escenario era tan perfecto, que parecía irreal.

Es justo esa perfección, que me motiva decirte: la felicidad está en esas pequeñas cosas que te hacen grande y mejor ser humano. Busca dentro y en tu alrededor y la hallarás. Ejercita todo aquello que te guie hacia ella y vive hoy con todo su bienestar!.


La autora es educadora, periodista, abogada y locutora.



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